Cuando éramos niños nuestros padres nos insistían que para tener un buen futuro era necesario que aprendiéramos, que estudiáramos y que fuésemos buenos en la escuela y en el colegio. Al comenzar nuestro etapa escolar, no era raro que nuestros padres se sentaran a preguntarnos de forma textual lo que habíamos leído, y ojalá que no respondiéramos con las mismas palabras que decía el texto, ya que había que volver a leérselo unas cuentas veces hasta que lográramos memorizarlo como si la materia fuera un guión de teatro, el cual íbamos a representar de forma escrita durante un examen.
Ese proceso que se llevó a cabo durante la escuela y el colegio en cierta medida desmotivaba al estudiante; y aún en día, sigue haciéndolo. La deserción que se produce cada año en las escuelas de nuestro país ha provocado que se evalúen las razones para la misma. Una de ellas, y considero que es de suma importancia, es la desmotivación de los estudiantes en el transcurso lectivo. “El desinterés es la principal causa de deserción colegial“, expone el título de un reportaje de Jairo Villegas para el periódico la nación (Vargas, 2010), reflejando que enseñar la materia de forma memorística hace que el estudiante no tenga suficientes motivos para desarrollar un interés mayor en ella.
Aquí se plantean unas preguntas, ¿Cómo hacer para motivar a nuestros estudiantes? ¿Cómo hacer para que ellos se involucren en su propio proceso de aprendizaje?.
Una de las definiciones que encontramos en el diccionario de la Real Academia Española de la palabra motivar es “disponer del ánimo de alguien para que proceda de un determinado modo“. Ese ánimo se puede interpretar para aprender. No solo en la escuela y en el colegio no se tenía esa motivación, sino que también durante los años universitarios, muchas materias son desmotivantes para el estudiante, haciendo que muchos de ellos se ausenten constantemente de las lecciones, o peor aún, dejen la materia a medio a curso o hasta que se cambien de carrera.
La nueva filosofía de la educación obliga al docente a cambiar su metodología de enseñanza. Es necesario ver a los estudiantes no solo como un número más, sino como personas, que son diferentes entre sí. La manera de aprender es personal y cada uno tiene diferentes maneras para hacerlo.
Aquella actitud conductista debe quedar en el pasado. Empezar a ser docentes constructivistas es un proceso en el que se están inmergiendo algunos docentes, y que ha demostrado que es una buena opción para la enseñanza. Pasar de ser profesores magistrales a convertirse en guías o facilitadores, donde el estudiante tenga la confianza de poder acercarse a preguntar.
Pero para ello, el estudiante debe estar motivado, debe sentirse como parte del proceso. Motivar a los estudiantes no es hacerles “porras“ para que estudien. Motivar significa que el estudiante vea el proceso de aprendizaje como algo suyo, como un proceso personal donde va incorporando nuevo conocimiento y lo va poniendo en práctica, tanto en su vida personal como en la profesional. Barkley (2010) expone la motivación es el portal para el compromiso.
La motivación y el aprendizaje activo van en conjunto, el usar estrategias para implementarlas juntas promueve el compromiso en el estudiante (Barkley, 2010). Integrar la parte cognitiva, afectiva y psicomotora, por ejemplo en los estudiantes de odontología, hace que ellos puedan sentirse como parte del aprendizaje, y que ese aprendizaje es necesario para un buen desarrollo profesional en un futuro.
Hacer que los estudiante se sientan parte del curso, donde ellos mismos formen sus futuras experiencias, y pongan en práctica posibles soluciones para las mismas. Hacerlos ver que el profesor también se encuentra en su proceso constante de aprendizaje, y que ellos son parte del mismo. Promover el pensamiento crítico, donde el estudiante sea capaz de contrarrestar la información dada. Muchos estudiantes se desmotivan en la carrera de odontología al llegar a la clínica, ya que algunos instructores les piden hacer procedimientos que en las clases de teoría se le informó que eran obsoletos. Motivarlos para que puedan con evidencia científica llegar a donde esos instructores y actualizarlos, hace que ellos mismos sean parte de este proceso de enseñanza en el que todos estamos envueltos.
En la actualidad, la tecnología nos abre las puertas a nuevas herramientas para lograr que los estudiantes tengan otros medios para el aprendizaje.
El uso de los blogs y los wikis como herramientas, hacen que el estudiante logre también conocer un poco más allá de la teoría del curso. Al mismo tiempo, incoporar en el proceso el uso de mapas conceptuales, diarios de aprendizaje, debates, discusiones, resolución de problemas, hacen del proceso un camino más llevadero.
La nueva filosofía para el aprendizaje nos enseña que hay muchos caminos para poder realizar los procesos, pero dependerá de nuestra creatividad como docentes la que haga que los estudiantes logren incorporarse al proceso. Motivar a los estudiantes puede llegar a disminuir esos altos índices de deserción tanto en la escuela y en el colegio, como en las aulas universitarias. Hay que hacer un cambio, pero hay que hacerlo pronto. Motivemos a los estudiantes a ser mejores, pero motivémonos a cambiar, a hacer del aprendizaje un proceso dinámico, y dejar de lado aquel proceso monótono de las clases magistrales.
Barkley, E. (2010). Student Engagement Techniques: A handbook for college faculty. San Francisco: Jossey-Bass.
Real Academia Española (RAE) (2010). Motivar. Revisado el 24 de agosto de 2010 en http://buscon.rae.es/draeI/SrvltConsulta?TIPO_BUS=3&LEMA=motivar
Vargas, J (2010) Desinterés es la principal causa de la deserción colegial“. Periódico LA NACION, Mayo 2010. http://www.nacion.com/2010-05-23/ElPais/NotasSecundarias/ElPais2337959.aspx